Por Carlos Despradel
21 de Sep 2009 12:00 AMNuestra patria es la tierra donde nacimos. A la que nos sentimos ligados por amor y por vínculos históricos.
Es la suma de los dominicanos, un pueblo que tiene características singulares.
Somos un conjunto de razas que nos hemos entrelazados a través de los siglos y que con el tiempo hemos llegado a tener una identidad propia, a tal punto que es sencillo reconocer a un compatriota no importa donde se encuentre, por su hablar, su comportamiento, su sonrisa singular. Y cuando nos vemos en otros lares, nos identificamos fácilmente.
Pero la patria es mucho más. Es el resultado de múltiples acciones llevadas a cabo a través de los siglos por hombres y mujeres que con la suma de su trabajo y privaciones, nos dieron una identidad, de la cual nos debemos sentir orgullosos.
Lo que somos hoy, ha sido posible por el sacrificio y abnegación de los que nos antecedieron.
Muchos de ellos dieron sus vidas en heroicas luchas, en rebeliones contra la opresión. Otros nos brindaron su entrega desinteresada.
Así hemos tenido héroes, caudillos, educadores, médicos, obreros, agricultores, empresarios y estadistas visionarios, a los cuales les debemos lo que hoy somos.
La patria es también nuestra naturaleza.
Los bosques que mucho trabajo nos ha costado preservar. Es nuestros ríos, nuestras playas, valles y montañas.
Nuestros amaneceres, el canto de nuestros pájaros, el color y aroma de nuestras flores. Es el café de la mañana, el arroz con habichuela, nuestro dulce de leche, el lechón asado, nuestra sabrosa música, nuestro dominó, nuestro ron, nuestro folclor, nuestro desparpajo.
En suma, la patria es el lugar donde nos ponemos tristes cuando partimos y alegres cuando regresamos.
Donde viven nuestros familiares, nuestros seres queridos. Donde están nuestros amigos. Es la esencia de nuestras vidas.
Todo esto, que tanto trabajo nos ha costado forjar a través de los siglos, estamos a punto de perderlo o de ver transformada su identidad, si continúa ante nuestra mirada indiferente e irresponsable, la invasión pacífica de haitianos que cada día se acrecienta, transformándolo todo. Es mucho lo que podemos perder para siempre, lo que sería una afrenta al esfuerzo de nuestros antepasados.
Por eso, es imperativo que reflexionemos sobre este delicado tema y que todos juntos le busquemos una solución, que sea humanitaria, inteligente y firme, a esta grave amenaza, donde está en juego nuestra propia identidad como nación.
Carlos Despradel es economista
c.despradel@dasa.com.do
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