lunes, 16 de agosto de 2010

Ni los muertos pueden descansar en paz

Vinicio A. Castillo Semán

La responsable denuncia-reportaje del Listín Diario sobre el caos existente en el principal cementerio de la República Dominicana, el Cristo Redentor, es una biopsia certera de la metástasis que está haciendo el cáncer que padece esta sociedad, en materia de respeto a valores fundamentales que norman la convivencia humana, desde tiempos inmemoriales.

Abrir de par en par el camposanto donde reposan decenas de miles de personas, entre ellos los que en vida realizaran los aportes más importantes en todos los órdenes para el país, para que éste sea invadido salvajemente por rutas de guaguas de concho, carros públicos y guaguas plataneras, refleja ante el mundo el caos y la anarquía que impera entre nosotros.

La invasión vandálica del Cristo Redentor ante la imperdonable indiferencia de las autoridades que tienen a su cargo hacer respetar su tranquilidad y seguridad, ha llegado a niveles extremos. Y es obvio que así sea, porque cuando se abre a miles de personas para actividades cotidianas un camposanto, no hay posibilidad alguna de tener control sobre la seguridad de las tumbas y el robo de ataúdes, lo que se ha hecho un lucrativo negocio en los últimos años.

Hay que pensar por un momento, como me ha pasado con entrañables amigos que he ido a despedir al Cristo Redentor, en el dolor y la rabia que produce tener que ver cómo los ataúdes donde se supone descansarán eternamente en paz, son profanados impunemente por un grupo de bandoleros y vagabundos que, en combinación con las funerarias, se dedican a sacar los cuerpos y en otros casos a vender sus huesos y órganos.

No conozco en la historia de la humanidad ninguna sociedad que no sienta o haya profesado respeto por sus muertos y antepasados. Lo que está pasando en el Cristo Redentor y según informes en la mayoría de los cementerios del país, no tiene padre ni madre, como popularmente dice el pueblo.

La descomposición es tan grave que cada día más personas y familias están pensando en la alternativa de los cementerios privados cuya instalación y operación se han iniciado en la República Dominicana. Igualmente, la arrabalización del Cristo Redentor ha puesto a pensar seriamente a la gente con alguna posibilidad económica, de sopesar la opción del crematorio, costumbre y tradición ajena a nuestra sociedad. Esta opción la valora la gente como forma de un descanso digno de los restos de sus seres queridos o de los suyos propios, cuando ve en el horizonte la posibilidad horrorosa de ser víctima del cotidiano y malvado pillaje que estamos presenciando.

Pero el descaro y la inversión de valores en este país va tan lejos que, aún con los valerosos reportajes del Listín Diario, se siente la actitud timorata, y no enérgica, de las autoridades municipales para cortar de cuajo este desorden. Se juega al populismo, aún a costa de la paz y la tranquilidad de nuestros muertos. Se juega a la politiquería de ser simpático frente a comunidades que, sin ningún control estatal, en medio de otro caos similar al del cementerio, se han asentado detrás de éste, sin un cómodo acceso, por lo que han entendido que la mejor vía es a través de éste, incluyendo la instalación de campos para jugar pelota y practicar karate.

La realidad está imponiendo que el Congreso Nacional apruebe una ley que le quite el control de todos los cementerios del país a los ayuntamientos, que han demostrado no tienen capacidad alguna para administrarlos, ni cuidarlos. Lo que procede es crear igualmente una policía especial adscrita al órgano regulador que pueda crearse, que tenga como función esencial velar por la seguridad de los camposantos.

Si no lo hacemos como sociedad y dejamos que ni nuestros muertos puedan descansar en paz, estamos haciendo la más penosa y vergonzante prueba ante el mundo de que somos un país, una sociedad y un estado fallido.


http://www2.listindiario.com/puntos-de-vista/2010/8/15/154898/Ni-los-muertos-pueden-descansar-en-paz

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