No es necesario buscar el detonante del derrumbe moral
Hay muchas razones por las que el dominicano está cada vez más atemorizado, ya que percibe de cómo puede ser objeto de una agresión, ya sea en la calle o en sus casas, para ser despojados de sus bienes o hasta de su vida.
La razón principal, para que exista ese aumento de la violencia, radica al ver el núcleo familiar o el mismo hogar que casi ha dejado de existir, por el desmembramiento de sus componentes, acuciados por la urgencia de buscar los medios para subsistir, y hasta de lograr los recursos que le permitan hacer una ostentación equiparable a los que más dinero tienen.
La hoguera donde se ha condimentado la violencia actual no es solo la que elimina personas, sino la que se comete con más habilidades para arrebatarle a otros sus bienes. También es la exagerada codicia que exhiben los políticos cuando disfrutan del poder, en donde los recursos que pueden apropiarse no son suficientes por esa insaciable voracidad, que espanta y asusta. Existe un desparpajo perverso para exhibirla, sin temores de acusaciones que derriben por tierra sus débiles honorabilidades. Y las autoridades alimentan ese torbellino de los temores y de la violencia, ya que no se detienen a ser austeros con los recursos que reciben de los miles de contribuyentes, los cuales indefensos ven el despilfarro de sus aportes fiscales, mientras, en una orgía de ostentación, les dan las espaldas para establecer restricciones en los gastos, prefiriendo continuar con sus ya famosas nominillas, viajes y gastos de representación exagerados.
Con el aumento de la ostentación en lujos y despilfarro de dinero, por parte de los funcionarios con sus dispendios de ser clientes consuetudinarios de los mejores restaurantes, resorts, residencias y automóviles de lujo, más se estimula a que otros sectores intenten buscar riquezas como sea, en base a negocios de la droga, del contrabando, delincuencia u otros negocios ilícitos.
La carrera por tener más dinero ha dejado a la nación viviendo en una selva, donde se aplasta al más débil de los que pretenden vivir en base a los valores éticos inculcados desde el seno de la familia. O los que por convicciones morales y personales, hicieron de la honestidad y la responsabilidad ciudadana una norma de vida.
No es necesario buscar el detonante de nuestro derrumbe moral y del aumento de la violencia. Es que ese detonante los tenemos en la perversa clase política, que al verse liberada de los frenos de la dictadura de Trujillo, rompieron todos los cánones para asaltar a los gobiernos y servirse generosamente de todos los negocios que se generan en la sombra del poder.
Los negocios van desde los permisos para toda clase de importaciones, supuestamente para el desarrollo industrial, entre ellas aquella del aceite de la PL-480, así mismo el reemplazo de importaciones, pasando por las exoneraciones de impuestos a equipos y vehículos, los inefables contratos para la construcción de presas, carreteras, acueductos y elevados, hasta el nefasto negocio de la electricidad, ha ocurrido todo un desborde de las ambiciones, que han estimulado todo tipo de delitos. En consecuencia, los de abajo, consideran que la única vía de hacerse de dinero es por medio de la delincuencia, ya que los de arriba se cubren con sus delitos de cuello blanco.
http://hoy.com.do/opiniones/2010/8/13/337943/Ostentacion-que-estimula-la-violencia
La razón principal, para que exista ese aumento de la violencia, radica al ver el núcleo familiar o el mismo hogar que casi ha dejado de existir, por el desmembramiento de sus componentes, acuciados por la urgencia de buscar los medios para subsistir, y hasta de lograr los recursos que le permitan hacer una ostentación equiparable a los que más dinero tienen.
La hoguera donde se ha condimentado la violencia actual no es solo la que elimina personas, sino la que se comete con más habilidades para arrebatarle a otros sus bienes. También es la exagerada codicia que exhiben los políticos cuando disfrutan del poder, en donde los recursos que pueden apropiarse no son suficientes por esa insaciable voracidad, que espanta y asusta. Existe un desparpajo perverso para exhibirla, sin temores de acusaciones que derriben por tierra sus débiles honorabilidades. Y las autoridades alimentan ese torbellino de los temores y de la violencia, ya que no se detienen a ser austeros con los recursos que reciben de los miles de contribuyentes, los cuales indefensos ven el despilfarro de sus aportes fiscales, mientras, en una orgía de ostentación, les dan las espaldas para establecer restricciones en los gastos, prefiriendo continuar con sus ya famosas nominillas, viajes y gastos de representación exagerados.
Con el aumento de la ostentación en lujos y despilfarro de dinero, por parte de los funcionarios con sus dispendios de ser clientes consuetudinarios de los mejores restaurantes, resorts, residencias y automóviles de lujo, más se estimula a que otros sectores intenten buscar riquezas como sea, en base a negocios de la droga, del contrabando, delincuencia u otros negocios ilícitos.
La carrera por tener más dinero ha dejado a la nación viviendo en una selva, donde se aplasta al más débil de los que pretenden vivir en base a los valores éticos inculcados desde el seno de la familia. O los que por convicciones morales y personales, hicieron de la honestidad y la responsabilidad ciudadana una norma de vida.
No es necesario buscar el detonante de nuestro derrumbe moral y del aumento de la violencia. Es que ese detonante los tenemos en la perversa clase política, que al verse liberada de los frenos de la dictadura de Trujillo, rompieron todos los cánones para asaltar a los gobiernos y servirse generosamente de todos los negocios que se generan en la sombra del poder.
Los negocios van desde los permisos para toda clase de importaciones, supuestamente para el desarrollo industrial, entre ellas aquella del aceite de la PL-480, así mismo el reemplazo de importaciones, pasando por las exoneraciones de impuestos a equipos y vehículos, los inefables contratos para la construcción de presas, carreteras, acueductos y elevados, hasta el nefasto negocio de la electricidad, ha ocurrido todo un desborde de las ambiciones, que han estimulado todo tipo de delitos. En consecuencia, los de abajo, consideran que la única vía de hacerse de dinero es por medio de la delincuencia, ya que los de arriba se cubren con sus delitos de cuello blanco.
http://hoy.com.do/opiniones/2010/8/13/337943/Ostentacion-que-estimula-la-violencia
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