El Partido Reformista Social Cristiano ha sido uno de los tres partidos mayoritarios que han dominado el panorama político electoral de la República Dominicana después de la Era de Trujillo, y es el legado partidario de uno de los líderes más importantes de nuestra historia republicana, el Dr. Joaquín Balaguer.
Balaguer, por encima del odio a veces enfermizo de sus adversarios, representó un gran hemisferio de la población más depauperada de nuestro país y una decisiva franja denominada “masa silente”, que a la hora de cada elección, sin mayores ruidos, ni aspavientos, votaba por el “viejito” de la boleta colorada.
Acosado, difamado y acorralado de forma inmisericorde por el Partido Revolucionario Dominicano y sus aliados internacionales (principalmente por los Estados Unidos), Balaguer fue en 1994 obligado a recortar su período 94-98, lo que lo llevó a diseñar una estrategia que asestara un contundente y fulminante golpe político a sus adversarios nacionales e internacionales. Es así como el líder reformista materializa con el Partido de la Liberación Dominicana y su líder el Prof. Juan Bosch el denominado Frente Patriótico, con lo cual decidió el 30 de junio de 1996 el triunfo de un brillante joven abogado, desconocido para la mayoría del electorado hasta ese momento, llamado Leonel Fernández Reyna.
El liderazgo de Balaguer y su Partido Reformista, aún con el desgaste de su salud y de su estado físico, se mantuvo fuera del poder. La miopía de la dirigencia peledeísta en el año 2000 (que le llevó a dañar su alianza con Balaguer), no le permitió aquilatar la incidencia del balaguerismo en la población, despertando el 17 de mayo con la amarga y desagradable resaca de que el moribundo Dr. Balaguer había sacado casi el 25% de los votos emitidos en esas elecciones, lo que obviamente, permitió que un atrabanco histórico de triste recordación pasara a ocupar la silla presidencial.
El Dr. Leonel Fernández, ya fuera del poder, sí entendió y apreció correctamente lo importante que seguía siendo para su carrera política y para el futuro electoral de su partido el balaguerismo, aún después de la muerte de su líder en el año 2002. El Dr. Fernández calculó racional y lógicamente que con un sistema de doble vuelta y un tope de 50% más 1 en la Constitución, no había posibilidad alguna de ganar el poder sin el apoyo de una parte importante del reformismo que lo llevara a la Presidencia en 1996.
De esa estrategia, y de la política de alianza y de acercamiento llevada con las fuerzas políticas, sociales y económicas que representó Joaquín Balaguer, obtuvo el presidente Fernández y su partido los triunfos aplastantes del 2004 y el 2008, teniendo como telón de fondo obviamente, el apoyo histórico que a su figura le había dado en 1996 el Dr. Joaquín Balaguer y la falta de unidad interna de la dirigencia reformista, que no supo ponerse de acuerdo para idear una fórmula cohesionada que le permitiera mantener vigente y con fuerza el legado partidario de su extinto líder.
La dirigencia reformista, a diferencia de la peledeísta a raíz de la desaparición de su líder Juan Bosch, se dividió. La malquerencia, la mediocridad y la poca astucia política se impusieron en el 2004, primera experiencia electoral después de la muerte de Balaguer, desaprovechando la oportunidad de cohesionar al reformismo bajo un pacto de las fuerzas de Jacinto Peynado con las de Eduardo Estrella. Las diferencias personales insalvables que mantenía Guaroa Liranzo con Peynado y la fatídica alianza del otrora poderoso contratista con Hipólito Mejía y su PPH, fueron los ejes fundamentales que decidieron llevar al Partido Reformista a la división antes que ceder a los proyectos de poder del partido.
En el 2006 la dirigencia reformista, perdiendo totalmente la perspectiva del rol de ese partido en la sociedad, cometió la aberración histórica de desconocer el sentimiento antiperredeísta existente en la población balaguerista, llevándolo a la locura de suscribir un proyecto de alianza antinatura denominada “Alianza Rosada”, que sólo sirvió para disminuir y descarrillar aún más esa organización y fortalecer la coalición encabezada por el PLD.
En el 2008 el reformista nuevamente bien pudo cohesionarse con el binomio Eduardo Estrella-Amable Aristy, pero igualmente la miopía y la sobreestimación de las personalidades se impusieron, llevando a una lógica desbandada de ese partido que lo llevó a sacar 4% de los votos emitidos en las elecciones, y a transferir en los hechos, más de 15% a la candidatura del Dr. Leonel Fernández y al PLD, y en los últimos días de ese proceso un 6% al 33% que tenía Miguel Vargas en las últimas encuestas antes del 16 de mayo.
Hoy la dirección del PRSC parece haber empezado a darse cuenta de sus graves e infantiles errores políticos. Ha iniciado, bajo el aglutinamiento del Ing. Carlos Morales Troncoso y de las fuerzas mayoritarias que han confluido con el Dr. Leonel Fernández y el PLD, un proceso de reunificación, marcando una clara distancia y aislando a su tendencia perredeísta. El PRSC, que tiene en la mayoría de las provincias variados e importantes liderazgos locales, puede perfectamente, inspirado en un proceso de unidad interna, recobrar un papel muy importante en las elecciones congresuales y municipales del 2010.
Los reformistas tienen, pues, si logran coronar con éxito este proceso de reunificación, una brillante oportunidad de renacer de su reciente hecatombe política y recobrar el rol perdido de fuerza política mayoritaria.
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