Por German Pérez
17 de Mar 2009 12:00 AM
Los merecidos elogios del convaleciente líder cubano Fidel Castro hacia el presidente Leonel Fernández reflejan un fiel testimonio de gratitud por haber sido el auspiciador y responsable en su primer período gubernativo (1996-2000) de la formalización de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Pienso, además, que el mandatario y líder dominicano impresionó grata y abundantemente al místico revolucionario, a quien orientó e informó sobre la marcha de la crisis económica y financiera mundial y sobre las matemáticas aplicadas hoy en la desquiciada y emborrachada escuela global.
Para mí, pues, esa visita fue positiva, no solo por los “piropos”, de Fidel hacia Leonel, sino también porque ya el viejo líder revolucionario no está en condiciones de convencer y conquistar para su causa, la del “comunismo ideal y único cubano” a demócratas tan completos como el líder dominicano.
Pero además, porque es (Leonel) quien puede ser o convertirse en un ente mediador o activador del proceso democrático que debe producirse cuanto antes en Cuba.
Para mí, el presidente Fernández inauguró en Cuba el barco nuevo, el viaje que lo ha de mover literal y dialécticamente hablando entre Barack Obama y Fidel Castro.
Sí, para ser un puente de equilibrio y mediación entre las ideas capitalistas y las socialistas y revolucionarias, sin sepultar las diferencias entre unas y otras.
Resulta, que el liderazgo de estos tiempos exige flexibilidad, conocimiento y dominio de la realidad y de los hechos en marcha.
De ninguna manera, me apresuro en pensar que el mandatario y líder dominicano haya abandonado su propia identidad y su concepto y preocupación por los acontecimientos críticos que abaten al mundo.
Para mí las ideas marxistas y revolucionarias de Fidel, ni las democráticas, modernistas visionarias de Obama, harán cambiar de rumbo teórico y evolutivo a Leonel Fernández.
Pienso y prefiero a un Presidente dominicano auténtico, innovador, visionario y progresista, como Juan Bosch, pero también amplio, participativo, realizador, solidario, firme y valiente, como Joaquín Balaguer.
El ha sabido conjugar y asimilar las virtudes inmensas de ambos líderes, que de seguro les han ayudado a fortalecer su arsenal de sapiencia, manejo y ejecutorias de Estado.
De todas formas, yo prefiero su autenticidad, su cordura, su brillantez, nivel de compromiso social con su país y con el resto del mundo; su preocupación por los males globales, sin “amarrarse” a los caprichos e ideas añejas y desfasadas del caudillo cubano, pero tampoco a las ideas cambiantes, desregionalizadas y opulentas de algunos contrarios que, obviamente, no parecen ser las del nuevo líder estadounidense.
German Pérez es periodista y poeta
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