Talvez por los contrastes culturales y raciales, o por un pasado teñido de sangre y de recelos, cada una maneja su vecindad con sus particulares aprehensiones.
Eso explica que teniendo problemas comunes hayan brillado por su ausencia, en el decurso de la historia, los organismos de carácter bilateral que deberían existir o funcionar eficazmente para el manejo de las relaciones.
Ahora, en la globalización, no se justifica que hayan canales taponados para permitir que dos pueblos, condenados a vivir juntos, puedan comunicarse y compartir energías e ideas en la solución de dificultades comunes.
Por eso resulta importante que Haití haya decidido restablecer su representación en la Comisión Mixta Bilateral, un órgano que tiene mucho de creado pero que apenas ha funcionado episódicamente.
Saludamos que se active esa mesa de tratos, con la esperanza de que muchos problemas puedan dilucidarse con espíritu de cooperación y de solución.
Que no vuelva a convertirse, como pareció en el pasado, en una plataforma para escaramuzas políticas o diplomáticas que retardaban o desmotivaban la búsqueda de acuerdos para enfrentar amenazas a la seguridad, como las que genera el narcotráfico; peligros para la subsistencia humana por causa de la degradación ambiental y la pobreza, en fin, para defendernos de todas y cada una de las calamidades que afectan a nuestros dos pueblos.
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