26 Marzo 2009, 10:26 AM

LEANDRO GUZMÁN
Hoy vamos a hacer un alto en nuestros enfoques sobre diversos problemas, para tocar un tema estrechamente vinculado a la Semana Santa. Me refiero a la Cuaresma, un período de ayuno y arrepentimiento, tradicionalmente observado por católicos y algunas denominaciones protestantes, como preparación para la Pascua de Resurrección.

Hemos observado que desde tiempo inmemorial la Semana Santa, que conmemora la crucifixión y resurrección de Jesucristo, es utilizada por grandes mayorías como período de bacanales, cuando las playas y sitios de diversión son atiborrados por multitudes que se sumergen en los vicios y los placeres mundanos.

Esto ocurre en muchas partes, de manera que nuestro país no escapa a esa realidad, desnaturalizándose así el sentido de esta festividad religiosa, que en cambio nos llama a la reflexión y la oración, en busca de la paz espiritual que tanto necesitamos para que, con la ayuda del Todopoderoso, afrontemos los problemas.

En el caso dominicano, estamos conscientes de que tenemos una situación muy difícil, tanto desde el punto de vista económico como por el auge del narcotráfico y la delincuencia común, que parece incontrolable. Creemos que este período es propicio para reflexionar profundamente hacia dónde vamos, para iniciar un proceso de conversión en nuestro comportamiento, algo que necesariamente debe comenzar por la familia.

En vista de la triste realidad del desenfreno en que incurren muchos ciudadanos en Semana Santa, nos parece que sería útil poner en marcha algún programa de concienciación que los lleve a ser más moderados, a fin de tratar de que disminuyan los accidentes y demás problemas que se derivan de ese errado uso que le dan a la Semana Mayor.

Los que se sientan cristianos pero no cumplen los preceptos, de manera consciente o inconsciente, deberían inmunizarse contra esa avasalladora propaganda que estimula el consumo de productos que incrementan los vicios.

Todos deberíamos trazarnos la meta de que al término de la Semana Santa, los medios de comunicación no nos traigan tantas noticias tristes, derivadas de accidentes de tránsito, intoxicaciones alcohólicas, ahogados, riñas y desórdenes que se producen tradicionalmente por ese desenfreno,

Sería hermoso que en nuestras mentes y corazones impere la tranquilidad que se registra en la ciudad cuando es abandonada por cientos de miles de ciudadanos que viajan a los pueblos, unos en busca de descanso junto a sus familiares y otros para sumarse a las orgías pecaminosas.

La variación de esa conducta no es difícil. Basta que alguien se proponga cambiar, con un esfuerzo mínimo, tal como lo haría un paciente a quien el médico le prohíbe consumir algo.

Si cumplimos con los preceptos de la Cuaresma, con un deseo sincero de conversión, lograríamos vivir en un mundo mejor, donde se elimine el egoísmo, donde imperen la justicia y la solidaridad y en el que los humanos, liberados del temor y de la miseria, sean capaces de construir en lugar de destruir.

andor314@yahoo.com

http://www.elnacional.com.do/opiniones/2009/3/26/11373/La-Cuaresma